sábado, 17 de mayo de 2008

María va a trabajar




María salió tempranito de casa como todos los días, a las siete. Se encontró inmersa en una cola del copón y, bueno, pensó, paciencia y tranquilidad. Al llegar al primer cruce, un Seat León negro hizo un extraño adelantamiento por el arcén. Ella se asustó y de su boca empezaron a salir sapos y culebras. !Contrólate María! se autotranquilizó y continúo en la vorágine de autos que, casi parados, seguían el ritual mañanero de ir al trabajo.


Delante seguía el imbécil del León, que continuaba con sus intentos de hacer cabriolas para adelantar, al menos, otro par de coches. Pero hasta ese momento su chulería no le había dado resultado; al llegar al siguiente cruce los coches quedaron totalmente parados. Sólo avanzaría un carril y por supuesto no era el suyo. María estaba engarrotada, tensa y de mala uva. En qué mala hora decidió aquella mañana ponerse aquel pantalón tan ajustado: sentía cómo se le iba tatuando lentamente las costuras en la piel... Esperó pacientemente hasta que otro conductor la dejó incorporarse. De repente pitos y gritos, por supuesto otra vez el del León, que se había pasado al otro carril a las bravas provocando que uno de los coches terminara en el arcén. A María le parecía increible que nadie se bajara y le partiera la cara, a lo que ella ayudaría con sumo gusto.


Tan ocupado estaba el hombre en hacerse notar que María aprovechó un descuido para adelantarlo. Cuando lo tenía en paralelo le echó un vistazo: qué ganas de darle una patada a él y a su puñetero coche... La cola continuaba y María seguía atenta; ya sólo quedaban unos trece kilómetros para llegar al destino. Frenazos, destellos y pitos la acompañaban, pero ella seguía paciente. Entonces vió el odioso coche que se incorporaba. No se lo pensó, dió un volantazo y se metió delante de él. Esto provocó que el coche diera un fuerte frenazo y se saliera de la carretera. María no se inmutó: era como si no lo viera. Tampoco parecía oir los gritos y pitos que se dirigian a ella.


A unos cien metros vislumbró a la guardia civil, que intentaba agilizar un poco aquel atolladero. El del León seguía gritando y agitando el brazo por la ventana. María le dirigió una mirada, y blandiendo el dedo corazón, gesticuló claramente jo-de-te. El macho no podía pasar por alto aquella ofensa y se bajó corriendo entre los coches detrás de María. Ella se aseguró que ventanas y puertas estaban bien cerradas y continúo plácidamente. Cuando la alcanzó, empezó a golpear los cristales, pateando la puerta y echando espumarajos por la boca. La Guardia Civil sólo tardo treinta segundos en llegar, y detener al energúmeno. María mostraba una falsa cara de perplejidad: en realidad la embargaba una gran felicidad, se sentía satisfecha.


Como hubo agresión, la llevaron al cuartelillo de la Guardia Civil y, desde allí llamó a su marido. En un primer momento Manolo se asustó, pero al ver que María estaba indemne se relajó. Manolo colgó el auricular y una maravillosa estampa cruzaba por su mente: la veía encerrada en el calabozo un par de días... ésto si que serían buenas noticias... Tras unos segundos de maravilloso ensueño aterrizó de golpe ¿cuánto tiempo la aguantarían allí dentro?.


Aún no había salido del despacho, cuándo su móvil volvió a sonar con insistencia: era el agente que la había detenido qué deseaba saber si le quedaba mucho para recoger a su esposa y que no se preocupara que ellos mismos le enviarían un taxi.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

malaaaaaaaaaa, jajajajajaja

Anónimo dijo...

El del Leon seguro que era un llanito cabrón! ;P
Y espero que María haya celebrado en condiciones su gran satisfación! jajajajaja

Anónimo dijo...

De esos hay tantos que se quedan sin castigo que apoyo a maría cien por cien!!!

Mons