viernes, 30 de mayo de 2008

Un buen vino




Se acercaba el verano, los días se volvían más largos. Él se sentía renacer en esa época del año. Serían los efectos del sol, pero se sentía rejuvenecer. María era impermeable a los cambios de estación. No cambiaba ni un ápice su rutina. A las ocho de la tarde empezaba a cerrar las persianas del dormitorio de los niños. Fabricaba su propio anochecer particular y ningún caprichoso astro iba a cambiarle a ella el ritmo. Manolo alucinaba, si miraba fuera del pasillo aún entraba luz del sol a raudales y si miraba hacia las habitaciones se sumergía en la más intensa penumbra. Esta mujer mía está como un verdadero cencerro, se decía así mismo ya que decirlo en voz alta sería un suicidio.




Poco antes de las cinco de la mañana María saltaba de la cama. Él jamás oyó el despertador. Tampoco tenía muy claro qué hacía su mujer a esa hora tan impertinente levantada. El se levantaba a las siete justo a la hora que ella salía por la puerta. ¿No sería mejor que se levantara a las seis y se acostara una hora más tarde?. Recordaba que a ella de soltera sus amigas la llamaban "Casimiro" ya que a las nueve de la noche siempre plegaba alas. El quería conseguir que se acostaran a una hora más normal, al menos durante el verano. Las diez estaría bien, tampoco era plan de someterla a ningún exceso que no tenían edad para cambios muy bruscos.


Desde el trabajo Manolo llamó a su amigo Pedro, siempre había sido muy marchoso y por lo que contaba aún seguía con sus correterías. Le contó su problema y le pidió ayuda. Al otro lado del auricular sonaba una risa ahogada....Pedro tio, no es para reirse ya sabes que María es muy buena pero también es muy cabezota y algo bruta. El amigo recordó a María y se le cortó la risa en seco: si, desde luego que tenía genio la fiera. No te preocupes, Manolo esto te lo soluciono yo. Pasaré por tu trabajo y te llevaré un regalito.


Manolo llegó a casa, parecía algo nervioso y le traía a María un regalito: tres botellas de vino tinto. Ella se puso contentísima, que pedazo de detalle el de su marido. Esa noche descorcharían una de ellas. A las siete y media, María se duchó para luego corretear a la pequeña y meterla en la bañera. A las ocho ya estaba la peque preparada con el pijama y esperando la pitanza junto a su hermano. Manolo, irreconocible, la esperaba con una copa de vino, había cortado queso y abierto una lata de aceitunillas. Sin que ella sospechara sacó de su bolsillo una ristra de píldoras azules. Pedro le había dicho que echara dos en el vino... dudó por un momento, pero finalmente vertió el contenido de las cápsulas en la copa de María.



Qué contenta se la veía. Se le trababa la lengua y los ojos le hacían chiribitas. Aunque se lo estaba pasando genial miró el reloj y dió un brinco. Los niños hacía ya diez minutos que debían estar en la cama. Los acostó y empezó a recoger la cena. Manolo había llenado de nuevo las copas y le ofreció un último brindis, venga mujer por nosotros. Su mujer necesitaba ración doble, de eso estaba seguro. María se metió en la cama a la misma hora de siempre. El a su lado la observaba. Los ojos desencajados, parecía que se les iban a salir de las órbitas. La boca en un extraño rictus. No hablaba pero de vez en cuando agarraba con fuerza la sábana y chirriaba los dientes.



Las siguientes cinco horas, no produjeron ningún cambio en el estado de su mujer. El se atrevió a darle un codazo, al menos para que cambiara la mueca del labio. Mira que si se le quedaba así... Ningún cambio, parecía una masa compacta, casi inerte a no ser por el brillo de la mirada. Manolo se levantó y algo acojonado fué a leer el prospecto de las dichosas pildoritas. " En caso de sobredosis ir al médico", y una porra. ¿Qué le haría María si se enteraba de aquello? ¿y si encima se le quedaba aquel careto?. Cuando volvió a la cama ella había cerrado los ojos, el se asustó y acercó su mano a la nariz para comprobar que respiraba. Todo en orden, aunque el mohín de la boca no había terminado de desaparecer.


A la siete despertó a su mujer, iba llegar tarde al trabajo. María se arrastró al baño se encontraba fatal, seguro que estaba incubando algún resfriado pensó mientras se vestía a toda prisa. Manolo no veía el momento de desahacerse de las dichosas pastillitas. Abrió la tapa del retrete y arrojó las pruebas de su delito. !Las pildoras flotaban! tiró y volvió a tirar, pero seguian alli como acusándolo. Se arremangó y metio el brazo hasta el codo dentro de la taza, las recogió y las envolvió en papel higienico. Volvió a tirar y por fin desaparecieron de su vista, había sido un crimen perfecto.


Cuando María regresó a casa fue directamente al recipiente de las botellas vacias, buscaba cómo loca la botella del vino de la noche anterior. No se había fijado en la marca. Mandaría a Manolo a comprarle más, desde luego era un vino "alucinante".

El escuadrón de tiranos





Los ojos abiertos, la mirada pérdida en algún extraño mundo que iba más allá de la pared. Su cara reflejaba plena felicidad. Se veía en una nueva casa, nada de mansiones exageradas, era algo mayor que la que tenía ahora pero mucho más bonita y él tumbado en el jardín observando cómo se movían las hojas del árbol. También tendría un árbol, grande y hermoso.

Años atrás, cuando decidieron comprarse el piso, había en la urbanización muchos árboles entre los que se encontraba un hermoso ficus. A ellos esto de que hubiese árboles les entusiasmaba. De repente un día todo aquello cambió. Una manada de vecinos empezaron a sufrir extraños síntomas.


Se convocó una reunión vecinal de máxima urgencia. En el papel churretoso de la convocatoria sólo había dos puntos a tratar: el ficus y otros temas de interés....María pensó que ya sería gordo el problema cuándo ni siquiera lo nombraban. Igual era que el niño de la vecina del octavo, harto ya de apuñalar las paredes y ascensores había pasado a mayores o que el perro del vecino del tercero había sido, por fin, diagnosticado cómo diarreico crónico. Manolo pensaba que el tema sería la pasta, seguro que iban a pedirle otra extra. Pero esta vez lo llevaban crudo. Pensaba cerrarse en banda. !Ni un céntimo!.


Uno a uno fueron llegando los vecinos, cuchicheaban, criticaban y asentían con la cabeza. Formaron un corrillo alrededor de una señora bajita con cara de sabionda. Blandían los brazos al aire, a la cuasi enana le brillaban los ojos de felicidad. Intentaron filtrarse entre aquel muro de carne sudorosa. La cosa debía ser muy gorda, estaban llenos de ira, realmente daba miedo verlos. María logró oír algunas frases sueltas: hay que terminar con él, hay que arrancar el tema de raíz. !Ostras! ¿Se querrían cepillar al vecino del sexto?. Pobre hombre, claro que era un poco molesto, pero no como para eliminarlo. Al vecino le encantaba fumar en el ascensor, bajar la basura cuándo le salía del alma y lo que era aún más imperdonable, pasearse arriba y abajo enfundado en una ridícula malla. Pero asesinarlo por eso era algo excesivo. Quizás con un buen susto se arreglaba, pensaba María.


Manolo salió de entre el gentío, estaba pálido y muy triste. Niña que van a cortar el ficus. El motivo: que dentro de otros veinte años, las raíces podrían dañar el trozo de acerado comido de mierda que daba paso al garaje. Armados de coraje se enfrentaron al gentío. Manolo defendía a capa y espada los beneficios no sólo ornamentales que aportaba el árbol. Los energumenos empezaron a mirarlos amenazadoramente, ¿intentaban amedrentarlos?. Apañados iban.


De pronto se disolvió el tumulto, era la hora del fútbol. Cuando llegaron a casa, empezaron a trazar planes para evitar la masacre. Decidieron que pedirían días de asueto en el curro y se amarrarían al ficus, porque ponerse en huelga de hambre, estando los dos de buen ver, no daría buen resultado. Estaban cansados y decidieron que a la mañana siguiente continuarían trazando su estrategia.


A la mañana siguiente, madrugaron como de costumbre y se sentaron a desayunar. Juntos eran invencibles. Los cómplices se dirigieron a la ventana, abrieron la persiana y,,,,!horror! el ficus había desaparecido y no sólo él, también todos los árboles que poblaban la acera. No quedaría así aquello, Manolo se vistió rapidamente y salió a buscar a la jefa enana del escuadrón de tiranos. Se desahogó pero la sonrisa triunfal de aquel chinchorro vestido de mujer hacía patente que había ganado. María denunció ante el ayuntamiento y asociaciones de defensa de la naturaleza, sin conseguir el mínimo resultado. Otro crimen impune.



Desde ese día, tomaron sus precauciones. Dejaron de sacar a la terraza sus hermosas plantas y cada vez que pasaban por el arriate de los rosales, se les venía a la mente la imagen de la implacable enana y su trupe armados con enormes tijeras podadoras.




(dedicado a todos aquellos amantes de los árboles, abstenganse de darse por aludidos los extremistas que piensan que hay acabar con hermosos árboles como los eucaliptos por no ser autóctonos ;-D)

martes, 27 de mayo de 2008

Arreglando la alacena





Que contento venía Manolo. María, mira que ganga, dos euros me ha costado. Ella miraba aquellas dos cestas enormes de plástico blanco, a ver que explicación tenía para aquello. Las cestas era un presunto proyecto de carrito para las verduras. Vaya cosa fea, le dijo a su marido. Aquella afrenta no empañaría su alegría, ya le encontraría el una utilidad a su ganga.




Las cestas ocupaban un preciado espacio en la alacena. María soñaba con el momento de hacerlas desaparecer, pero como era una mujer muy enamorada, esperaría un tiempo prudencial a que su marido se olvidara de su dichosa ganga. El amor es muy bonito pero poco práctico.

Una semana transcurrió desde la ganga, cuando Manolo apareció de nuevo radiante. Esta vez había ido a una gran superficie especializada en "manitas" y se había gastado veinte euros en unos herrajes bastante raros. María cuando vio aquellos palitroques y tornillos empezó a cabrearse. Ya me dirás que piensas hacer, increpó a Manolo. El le sonrió y le dijo que ya había encontrado que hacer con los cestos: ordenaría la alacena. A María le pasaron un sin fin de grotescas y horrendas imagenes por la cabeza. Aguanta María que te pierdes, se repetía una y otra vez.
Manolo bajó al garaje y subió su enorme banco de trabajo. María miraba compungida las paredes de su pasillo ¿dónde pensaba poner aquello?. Al final desistió de usar el maldito artilugio, sacó una sierra y se apoyó en la encimera. Cogía las mas extrañas posturas, María nunca se había dado cuenta de la elasticidad que ese hombre tenía. Estaba espantada, de la alacena a la encimera no distaba más de un metro y en aquella minúscula área el se retorcía y enrollaba con las varas. El ruido la estaba poniendo a cien, eso y las virutas que flotaban en su cocina, tomó aire cogió a la pequeña del brazo y se fue a la calle. Necesitaba tomar el aire y el espectáculo no era apto para menores, sobretodo cuándo su marido se pillaba algún dedo o se torcía más de la cuenta algún miembro.

Dos horas estuvo con su hija en el parque. La niña estaba contentísima, no era normal que un día entre semana mami le dedicara tanto tiempo y encima en el parque. María aceptó de malas ganas que ya no podía dilatar más la vuelta. Tendría que enfrentarse a su nueva alacena.

Cuando entraron en casa no había ruido. El silencio la aterró. Se acercó a la cocina y allí estaba Manolo sentado en el suelo, bueno él y todos los productos de la alacena. Manolo sostenía los palitroques, los estaba limpiando, ordenando e intentando meter de nuevo en el envase en que los trajo. Mira que he pensado que tenias razón, esto no quedaba muy bien y los estoy guardando para devolverlos. La cara de María iba perdiendo color, miró a su marido y antes de que abriera la boca, el pegó un brinco y se puso como un descocido a guardar de nuevo las cosas en la alacena. María cogió a la pequeña y la llevó al baño, cuando termino de lavarla y ponerle el pijama volvió a la cocina. Todo estaba recogido, sólo quedaban los palitroques guardados y la enorme mesa de trabajo que seguía inutilmente cerrada y apoyada en la pared de la cocina.


María preparó la cena de la niña, cada vez que se dirigía a la nevera o algún cajón miraba con suma atención a su marido. Manolo se sentía incomodo, tenía que romper el hielo de alguna manera. Niña ¿has visto? devolveré los rieles y me darán un vale, además aún conservamos las cestas. María sonrió cogió las cestas, abrió la ventana y las revoleó sin ni siquiera mirar si pasaba alguien por la calle. Manolo cogió la indirecta se acercó a la ventana y miró de reojo,,,,de la que se había librado.

Un día muy tranquilo






Por la mañana se despertaba con parsimonia, le gustaba recrearse en ese momento sutil que une la realidad con la inconsciencia del sueño. Se tiraba de la cama e iba directamente a tomar su desayuno. Una vez aseada y vestida daba el pistoletazo de salida al día. Siempre salía de casa contenta pero en el camino siempre había algo o alguien que lo terminaba jodiendo: una infame noticia en la radio, un imbécil vociferando, un coche con descontrolada sirena, el perro cagón del vecino...


Amaneció un plácido y luminoso día. Salió a la calle y todo rezumaba tranquilidad. Raro. Llegó al trabajo sin apenas cruzarce con otro coche. Increíble. En la radio sólo había música. Extraño. Encontró aparcamiento a la primera. Inaudito.

Se sentó en su mesa, una hora, dos horas... Nada; el teléfono muerto. Miró el correo, alguna obscena publicidad pero ni asomo de trabajo. !Alucinante¡. Se presentaba un lunes cojonudo. Aprovechó para depilarse, visitó sus páginas favoritas de internet, se pintó las uñas y cotilleó los cajones del jefe. En uno de los cajones encontró unas cartas. Sabía que no debía leerlas, la correspondencia es personal y lo que deseaba hacer era un delito. Se sintió como una Mata Hatari. Le pudo el morbo y empezó a leer. Eran muy ardientes, no se imaginaba ella que alguien pudiera sentir ese tipo de cosas por aquel orangután. Las primeras no estaban firmadas, ella necesitaba saber más. En una de ellas, se hacia referencia a un hotelito de la sierra, y el nombre le sonaba... Consultó la agenda y voilá, claro, ella misma había hecho la reserva. En su agenda aparecía que el gorila había participado en unas importantes jornadas de tres días, sobre la protección de espacios naturales. En principio le chocó aquello, ya que el chimpancé no era dado a ninguna causa altruista. Ahora lo comprendía, sin saberlo lo había ayudado a montárselo con su amante.

Le corroía la curiosidad ¿quién podía tener aquel mal gusto?. Lo de su señora más o menos lo comprendía: era un callo y además el primate tenía dinero. Total que la fea había dado un braguetazo y pasaba los días sumergida en botox y en turbulentos encuentros de padel. Pero ¿y la amante?... ¿por unos regalos?. Por muy caros que fuesen no compensaban el estómago que había que tener. Miró el reloj, llevaba casi tres horas en la oficina, ya eran las 10 y no llamaba nadie. ¡Mejor!. Necesitaba concentrarse en sus pesquisas.

En otra carta la amante agradecía el regalo que le había hecho por su cumpleaños y rememoraba con todo lujo de detalles la frenética orgía que habían montado. Fue corriendo a consultar su libro de cuentas. No tardó en descubrir una factura de una PDA ultra fashion de última generación. Realmente aquello había costado un huevo. La PDA hizo por un momento vacilar a María ¿dónde había visto ella una parecida? La del simio, desde luego, no era. Por más que lo intentó no logró recordarlo.

Iban a dar las 10:30 y parecía que estaba sola en el mundo. Qué cosa más rara, pensaba... La última carta era muy triste: se trataba de una especie de despedida ya que la amante quería ser algo más y le pedía que decidiera entre ella y su mujer. Claro, ésta lo que quería era billetes, ahora si que empezaba a entenderla. Y por fin la ansiada firma, Julián. !Julián!. María no sabía si reir o directamente mandar un email a todas sus amigas con la noticia. Julián era el informático que hacía unos meses habían contratado, guapo y muy simpático. Ella no había detectado ningún plumaje. ¿Estaba perdiendo facultades?. ¿Tántas horas en el despacho del mandril no era para actualizar la web de la empresa?. Ahora sí que tenía claro dónde había visto la PDA. Por un momento sintió unas náuseas enormes imaginado el numerito...
De pronto sonó el teléfono. Casi eran las 10:45 y Manolo la llamaba desde casa. Se alarmó ¿que haría su marido en casa, sin ir a trabajar?. ¿Habría pasado algo?. Cuándo colgó el teléfono su cara era del color de las berenjenas. Cerró el despacho de chita, apagó el ordenador y salió dando un enorme portazo. Era Fiesta.

lunes, 26 de mayo de 2008

Recuerdo de Juventud




Qué penoso resultaba mirar los antiguos álbumes de fotos. Estaban en un cajón que por alguna extraña y benévola razón se atascaba, gracias a lo cuál los veía de higos a brevas. Ver a sus padres y hermanos tan jóvenes le aportaba sentimientos encontrados. Por un lado, lo invadía la felicidad del tiempo pasado y por otro lo ahogaba la nostalgia que le mostraba impávida el correr del tiempo.

De repente, se encontró con unas fotos de un incipiente jovenzuelo con larga melena, camisetas negras con letreros asesinos, cadenas y candados colgando de innumerables partes de su cuerpo y unos pantalones pitillos marcapaquete. Aún se preguntaba cuándo eligió salir a la calle con aquellas pintas. Creía recordar que en aquellos años ochenta él empezó su primer año de instituto. Todos los chicos iban muy conjuntados, con sus zapatillas de esparto a juego con el polito, ninguno destacaba. Ese año en la fiesta del instituto harían actuaciones, imitando a sus artistas favoritos. A Manolo le gustaba Marisol y no era plan de salir con un traje de flamenca corto, tampoco se haría muy popular cantando por el Aguilé. Empezó a prestar mucha más atención a la tele, al menos toda la que podía. En un documental observó a unos jóvenes con crestas de colores en la cabeza, imperdibles que atravesaban sus carnes y botas con puntas redondas como balones. Muy impactante, pensó, pero eso de hincarse artilugios en el cuerpo no era admisible !que él se quería mucho!.

Por casualidad llegó a sus manos una cinta de Barón Rojo. Bien mirado aquello era más fácil de llevar y seguro que destacaba. Dicho y hecho, dejó de peinarse y cortarse el pelo, ajustó todos sus pantalones y se colgó todo aquel trozo de cadena que pudo agenciarse. Además era un negado para la música y el baile, pero el estilo heavy lo empezaba a dominar con maestría a base de alguna que otra tortícolis.

Luego vinieron los colegas, otros que habían decidido como él apuntarse al estilo hevilongo. No sólo se trataba de la indumentaria, también era toda una filosofía de vida. Nada como una tía potente, una litrona y gritar simulando a los Motor Head. Mucho alcohol, mucho sexo y rock&roll. Los conciertos eran parte fundamental de la diversión y si encima terminaba con una gran bronca con botellazos y pasma de por medio, ya era el no va más. No tenía edad, ni mucho menos permiso para ir a ninguno, pero algunos hevilones mayores contaban las heroicas hazañas mostrando los estigmas a sus feligreses. Cuatro puntos en la chorla era símbolo de alta jerarquía y si encima dormías en el calabozo pasabas al estatus de semidios.Cómo echaba de menos aquella época en la que el desmadre se volvía cotidiano, cuando era un paria social. No sabe muy bien cuando todo aquello cambió, quizás cuando llevó el primer boletín de notas a casa y su madre le cortó la coleta...


Los primeros en sufrir la ira materna fueron los Madelmans, sus fieles amigos, que fueron primero decapitados , luego desmembrados y finalmente sepultados en un cubo de basura común. Luego el Geyperman con su helicoptero Apache hizo su último vuelo heroico desde la azotea; un final que ni el del Barón Rojo.

Poco a poco, fue sacándole de ancho a los pantalones, iba quitando alguna cadena y se recortaba algo más el pelo, para sanearse las puntas (se autoconvencia). En vez de sentarse en su cama a escuchar a Metallica, prefería ponerse los cascos con Bon Jovi y, al poco tiempo, se vio escuchando los 40 principales. Las notas mejoraron y su madre lo volvió a aceptar en el redil materno aunque dejó en el salón una de aquellas fotografías y cada vez que Manolo intentaba sacar los pies del plato, ella se la mostraba y le recordaba el sin fin de disgustos que le había soportado. Del marco de la fotografía colgaba una cantimplora pequeñita en honor de los caídos en batalla.

domingo, 25 de mayo de 2008

La Comunión











!Vaya frío!. ¿ No ha tenido el niño otro día para hacer la comunión? y mira los padres encantados de la vida, !vaya par de panolis! ya vereis cuando tengáis que sacar la pasta y total ¿para qué? os vamos a criticar igual. ¿Manolo que estas rumiando? comportate hombre que estamos en una iglesia, ya sé que te da igual pero tenemos que ser respetuosos.






Todo el mundo iba de gala, ellas con trajes de gasa, tejidos de seda, sandalias de tacón, ellos con camisas se lino y chaquetas primaverales. Caía la grande. Al entrar en la iglesia se montó una pelota humana por entrar primero al recinto, no por fervor religioso sino por resguardecerse del chaparrón que estaba cayendo. María se abría paso con disimulados codazos y algún que otro pisotón en los talones de las que osaban adelantarla. Su vestido no era nuevo, ni siquiera de esa temporada pero era él mejorcito que tenía y lo defendería con uñas y dientes. Una señora mayor maquillada al estilo Marujita Díaz la adelantó sin mirarla, como si ella fuese transparente. ¿Qué se habrá creído la momia esta?. La momia le metió el bolso en el costillar y con un raudo movimiento le clavó su enorme tacón de aguja en el empeine. María aulló de dolor, la vieja la miró y se sonrió.





Una vez dentro de la iglesia, María se limpió con un pañuelo la herida del pie. No se quitaba de la cabeza la sarcástica sonrisa de la vieja pintorreada. Ya se le ocurriría algo para no dejar tal cual aquella afrenta. Mientras le contaba a su marido lo que había engordado Vicenta y de lo ordinaria que iba Loreto, buscaba con la mirada a la bruja. Justo estaba dos bancos por delante de ellos. Manolo, fíjate en lo natural que parece el pelo de la señora de delante ¿la ves?. Si hijo esa de patas torcidas con tacón de aguja. María yo no le veo ningún peluquín, creo que es su pelo. Si te lo estoy diciendo Manolo que es supernatural, pero tú hazme caso que yo de esto entiendo, eso es un postizo.





Manolo no podía dejar de mirar a la señora, realmente llevaba un peluquín asombroso. Además según su mujer no se movía. Sus miradas se volvieron tan intensas que la vieja volvió la cabeza porque sentía aquella extraña sensación de que era observada. Sus ojos se clavaron en Manolo. Era un hombre bien parecido, guapo aún y no le quitaba la vista de encima. Le pareció algo impertinente, pero se sintió alagada, es más su cuerpo empezó a recordar cosas que hacía mucho tiempo había olvidado. La verdad, es que la vieja se puso como una moto.







Cuándo terminó la ceremonia, la señora buscó a su admirador. El estaba en la puerta de salida mirándola. Los feligreses volvían a montar estampida para el desalojo, era la oportunidad y no la iba a desaprovechar. La señora a base de empujones y embestidas se colocó delante de Manolo. El no podía dejar de curiosear sobre su cráneo, era increíble la perfección de aquella peluca. Por más que miraba no podía distinguirla. Cada vez se acercaba más a la cabeza, hasta que su nariz rozaba los sintéticos pelillos. La señora empezó a sentir una especie de frenesí, aquello no podía quedarse así, ella quería más y le importaba un rábano la gente.






María observaba el cuadro, se acercó a Manolo y lo apartó del bullicio con el pretexto de saludar a unos amigos. El lugar de Manolo lo tomó otro señor que estaba a su lado. La señora en un ataque de deseo echó su mano hacía atrás para acariciar el tesoro de su pretendiente. Cuando el caballero se vio con la vieja prendida de su bragueta se quedó paralizado por unos segundos, de repente, la empujó y le increpó su deshonesto comportamiento, ¿a su edad señora? ¿no le da verguenza?. Ella notó que le ardía la cara, balbuceaba y encima se había quedado con las ganas. Echó una rápida mirada buscando al hombre que la había seducido. Lo distinguió de lejos del brazo de la mujer a la que ella había pisoteado a la entrada. La mujer la miró y le sonrió, ella salió despavorida hacía la calle.






Al salir de la iglesia, el hombre acosado tenía un corrillo a su alrededor que escuchaba con gran sorna y cachondeito el episodio que le acababa de ocurrir. María se acercó al grupo viendo cómo iba aumentado los chascarrillos, algunos ya hablaban de casi consumación del acto en la iglesia. María en su sabio conocimiento del macho sabía que a la hora de exagerar y tregiversar estos se llevaban la palma, cotilleaban menos,,,quizás,, pero mucho peor y con más mala leche. Manolo estaba a su lado, pensativo. El no dudaba de que María era una gran entendida, aquella peluca era una obra maestra.

jueves, 22 de mayo de 2008

La Linda Gatita








En la mesa del salón reposaba el gato. Era una gatita persa negra y blanca, con unos ojos inmensos y redondos de color azafrán. María y los niños la adoraban, pero Manolo tenía sus reparos. Tras el almuerzo Manolo se dirigió a rendirle su homenaje diario al sofá. Al bordear la mesa vio al perezoso animal tumbado y lo rozó sin ninguna intención, pero el espacio no daba para guardar más distancias. La gata se molestó y le lanzó un zarpazo, Manolo se acojono y luego empezó a blasfemar a grito pelado. ¿Qué te ha hecho a ti la gata? ya eres muy mayorcito Manolo para tenerle esa manía al pobre animal. No tenía ganas de empezar una guerra con su mujer y mucho menos a la hora de su apreciada siesta.

El corretear de los niños desveló su sueño, debían ser las seis y media, hora en la que tomaban la merienda y se disparataban. Seguramente por culpa de la sobredosis de azúcar a la que los sometía María. Fue al baño, todo él era una enorme pelusa grisácea !el gato!. Aunque María era muy limpia, más pelo soltaba el minino y por alguna extraña razón se desmochaba en los sitios de reposo preferidos de Manolo. Cogió el cepillo para devolverle a su ropa un poco de dignidad. La gatita se paseaba de forma chulesca delante de él, andaba con gran parsimonia con su enorme rabo peludo alzado. El intentaba mostrarle su completa indiferencia, seguro que eso le dolía al pequeño monstruo orgulloso. Manolo no se quejaba de los pelos que soltaba el gato por que María lo acusaría de tenerle envidia debido a su incipiente calvicie y entonces el bicho al oírlo vería aumentar su ego y superioridad sobre el.

Sonó el teléfono, María debía ir al trabajo por un problema urgente que había surgido en la oficina. Esa tarde habían decidido pintar el pasillo y estaba todo listo. María le dijo que sería solo un rato y que comenzara él. Los niños estarían viendo la tele por lo que no le molestarían. Eso sí, ten cuidado con la gata, amenazó María. Manolo se puso presto a pintar, el olor era muy fuerte y decidió abrir la puerta. Cuándo termino de dar la primera mano al pasillo reparó en que el bicho no se había pasado por allí, miró hacia la puerta y se inquietó. Dio una vuelta por la casa buscando al gato, pero nada, se había evaporado. Por una milésima de segundo se sintió feliz pero la imagen de su señora ante la noticia de la desaparición del tesoro de la casa lo aterraba. Empezó a desesperarse movía muebles, abría cajones, nada. Subió y bajo dos veces los once pisos, salió a la calle, nada. Vio de pronto una leve llama de esperanza, entró en casa y se dirigió a la habitación dónde estaban los niños. ¿Dónde está la gata? ¿ Qué habéis hecho con ella? a ver quién aguanta a vuestra madre cuándo le digamos que la habéis perdido, ya podéis poneros a buscarla. Los niños lo miraban perplejos, la pequeña empezó a berrear por la pérdida del minino. En un minuto estaban todos buscando, nada.
Cuando regresó María se encontró el caótico paisaje. Toda la casa estaba manga por hombro, parecía que habían entrado a desmantelarla. Los niños lloraban y Manolo estaba bañado en sudor. Sólo su hermosa gatita salió a recibirla.

Ni que decir tiene, lo duro que fueron los días siguientes para Manolo. Una tarde vio como María preparaba el cesto en el que transportaba a la fiera cuándo la sacaba de casa. Ya estaban subiendo las temperaturas y la enorme bola peluda necesitaba que la podaran. El se ofreció voluntario. Cuando volvió abrió la portezuela del cesto, el animal salió corriendo a meterse debajo de una cama. Todos se quedaron de piedra cuándo vieron al animal. La habían afeitado. Manolo sabía que aquello le supondría un enorme castigo, pero le daba igual. El lamería sus heridas mirando al humillado animal.


martes, 20 de mayo de 2008

La visita de la Parca




Notaba como lo rondaba la parca. Miraba a su mujer y a sus hijos y se le escapaban los lagrimones. Tenía la garganta seca, los ojos le pesaban e iban cogiendo un color fresón de espanto. Se veía muy pálido,,,,le debía quedar poco. A las nueve ya estaba metido en la cama, tomó a duras penas un vaso de leche. María se acostó a su lado a la media hora, estaba algo antipática pero no se lo tendría en cuenta, era su última noche. A las nueve y treinta y cinco le pidió a su mujer que le diese agua, el no tenía fuerzas. María se levantó y le trajo el pedido. Tragó como pudo, dejo el vaso en la mesilla e intentó tranquilizarce.
Ella tenía la luz encendida, estaba leyendo un libro, el la miraba y no dejaba de suspirar. Por fin recuperó algo de fuerzas y le dijo que se encontraba muy mal. María lo miró de reojo y le dijo que se durmiera. A las diez los fluidos corporales ya no le obedecían, su nariz empezó a desalojar los líquidos vitales que le restaban. Pidió a su mujer que le diera unos pañuelos de papel. María se levantó bufando y le trajo el pedido. El se sentía muy solo, abandonado. Se limpió la nariz y dejó el papel en la mesilla de noche. Miró a su mujer y le dijo: María no te asustes pero de esta no salgo. Ella sin levantar la vista del libro, le increpó que se durmiera de una maldita vez. Manolo lloraba y se retorcía, un dolor profundo, como nadie había sufrido antes, se apoderó de su pecho !ya se acercaba la hora!. El desgaste era tan profundo que acabó por dormirse.
A las dos de la mañana, volvió a sentir la boca como un zapato, qué había hecho él para no morirse placidamente durante el sueño, que gafe tener que estar despierto en ese funesto momento. Llamó a María, ella roncaba y le fue bastante difícil despertarla. ¿Qué leches quieres ahora? agua, dijo el compungido Manolo. María saltó literalmente de la cama, hablaba por lo bajinis y refunfuñaba. Le llevó de nuevo el pedido y se metió en la cama. Manolo en un sumo esfuerzo puso el vaso en la mesilla y le advirtió de nuevo que la iba a palmar, ella le dijo que estaba harta y que a la mañana siguiente irían al médico. !Tarde! pensaba Manolo e intentó concentrarse en los buenos momentos que le había deparado la vida.
A las cuatro de la mañana, notó que la vejiga le iba a explotar, pensó en no molestar a su señora pero la alternativa iba a resultar aún peor. No era plan que cuando llegarán los de la funeraria hasta María estuviese meada. Se armó de valentía y llamó a María. Ella se levantó, extrañamente sin refunfuñar, cogió el teléfono y llamó a urgencias. Manolo se arrastraba para llegar al filo de la cama, se meaba. Consiguió ir al baño, bueno, a medias. Cuándo su mujer volvió, y vio el charco, parecía que se había vuelto loca. Gritos y alaridos. !Por fin se ha dado cuenta de que me muero!, pensó Manolo.

En ese instante llegó el médico examinó a Manolo y le tendió la receta. Perplejo de la tranquilidad del doctor le pidió que le dijera la verdad sobre su mal, el médico sonriendo le dijo que padecía un leve resfriado.

El médico sacó el tensiómetro y se dirigió hacia María, esa mujer tenía un preocupante ataque de ansiedad, al menos el viaje no había sido en vano.

lunes, 19 de mayo de 2008

El Primer beso




Hoy hace veintitres años que María y Manolo empezaron su hermosa historia de amor. Para María es un día muy especial, en el que se levanta llena de expectativas. No sabe bien por qué ese día siempre lo ve más alto, más guapo y más atractivo. Cuando el día avanza, su estado de felicidad y añoranza va tornandose a un estado de frustración y enojo. El motivo evidente es que Manolo padece amnesia y que aunqe se tire toda una semana tirándole indirectas, el ni caso. Eso sí, se pega todo el día con una extraña cara de satisfacción.


María recuerda la primera vez que lo vió, la verdad es que no le parecio interesante, ni atractivo y si no llega a ser por que la cogió en un momento tonto ni se hubiese fijado en él. Ella solía reunirse con sus amigas en la playa. Su amiga Rosa, a la que todas le reían las gracias y ocurrencias, despachaba a su antojo a todo aquel maromo que se acercaba con intenciones de ligoteo al grupito. Rosa era poco agraciada y tenía una gran mala leche, además tenía más cara que espalda y eso que superaba los 110 kilos. Pero a los 18 años los chaveles eran verdaderos kamikazes hormonales y aguantaban el pisoteo al que los sometía Rosa. Manolo era la victima preferida de Rosa, desde el primer día que se acercó a saludar y presentarse, se convirtió en el blanco preferido de la gorda. El parecía no darse cuenta del atropello. Se convirtió en el mayordomo de sus antojos: traeme un helado, me apetece una cervecita, dame tabaco,,,,. Además si Rosa quería bañarse, el debía acompañarla para remolcarla por el agua ya que ella no flotaba. Manolo era feliz y el resto de chavales envidiaban su privilegiada posición. El podía sentarse entre el grupito de chicas, y si la gordi estaba de buen humor incluso podía participar en sus conversaciones.



Se sentía muy atraido por una de las chicas,María, le gustaba su risa y sobretodo su culo, para que engañarnos. Una noche en la que tras invitar a más de tres rondas al grupito, y haber dejado cao a Rosa endiñandole un botellón de ron, se atrevió a acercarse a María. Ella bailaba como una posesa, sus ojos cada vez brillaban más y a los ojos de Manolo estaba irresistible. En realidad, María no podía dejar de bailar ya que cuando paraba toda la pista le daba vueltas, había vomitado en varias ocasiones y tenía la pintura corrida del esfuerzo. Manolo se meneaba en la pista, incluso demostró el movimiento pélvico que había estado ensayando en su habitación durante toda la semana. La gente hizo un coro alrededor de él, sonaban fuertes carcajadas y uno a uno empezaron a imitar aquel ridículo movimiento. Al final toda la pista parecía llena de frenéticos cuervos Rockefeller.


Al final de la noche Manolo acompañó a casa a María. En el portal ella se dejó caer hacia él, le era imposible mantener el equilibrio. Manolo identificó aquel acercamiento como la petición expresa de un beso. Ese beso selló el inicio de una hermosa historia de amor.

Lo que desconoce María, es que Manolo volvió a la fiesta. Buscó a Rosa y la encontró tirada a lo ancho en la entrada. Se acercó y en un sumo esfuerzo le quitó las bragas, buscó una caña y las izó cual bandera. Rosa quedó alli tumbada y en su mano, el insigne banderín.

sábado, 17 de mayo de 2008

María va a trabajar




María salió tempranito de casa como todos los días, a las siete. Se encontró inmersa en una cola del copón y, bueno, pensó, paciencia y tranquilidad. Al llegar al primer cruce, un Seat León negro hizo un extraño adelantamiento por el arcén. Ella se asustó y de su boca empezaron a salir sapos y culebras. !Contrólate María! se autotranquilizó y continúo en la vorágine de autos que, casi parados, seguían el ritual mañanero de ir al trabajo.


Delante seguía el imbécil del León, que continuaba con sus intentos de hacer cabriolas para adelantar, al menos, otro par de coches. Pero hasta ese momento su chulería no le había dado resultado; al llegar al siguiente cruce los coches quedaron totalmente parados. Sólo avanzaría un carril y por supuesto no era el suyo. María estaba engarrotada, tensa y de mala uva. En qué mala hora decidió aquella mañana ponerse aquel pantalón tan ajustado: sentía cómo se le iba tatuando lentamente las costuras en la piel... Esperó pacientemente hasta que otro conductor la dejó incorporarse. De repente pitos y gritos, por supuesto otra vez el del León, que se había pasado al otro carril a las bravas provocando que uno de los coches terminara en el arcén. A María le parecía increible que nadie se bajara y le partiera la cara, a lo que ella ayudaría con sumo gusto.


Tan ocupado estaba el hombre en hacerse notar que María aprovechó un descuido para adelantarlo. Cuando lo tenía en paralelo le echó un vistazo: qué ganas de darle una patada a él y a su puñetero coche... La cola continuaba y María seguía atenta; ya sólo quedaban unos trece kilómetros para llegar al destino. Frenazos, destellos y pitos la acompañaban, pero ella seguía paciente. Entonces vió el odioso coche que se incorporaba. No se lo pensó, dió un volantazo y se metió delante de él. Esto provocó que el coche diera un fuerte frenazo y se saliera de la carretera. María no se inmutó: era como si no lo viera. Tampoco parecía oir los gritos y pitos que se dirigian a ella.


A unos cien metros vislumbró a la guardia civil, que intentaba agilizar un poco aquel atolladero. El del León seguía gritando y agitando el brazo por la ventana. María le dirigió una mirada, y blandiendo el dedo corazón, gesticuló claramente jo-de-te. El macho no podía pasar por alto aquella ofensa y se bajó corriendo entre los coches detrás de María. Ella se aseguró que ventanas y puertas estaban bien cerradas y continúo plácidamente. Cuando la alcanzó, empezó a golpear los cristales, pateando la puerta y echando espumarajos por la boca. La Guardia Civil sólo tardo treinta segundos en llegar, y detener al energúmeno. María mostraba una falsa cara de perplejidad: en realidad la embargaba una gran felicidad, se sentía satisfecha.


Como hubo agresión, la llevaron al cuartelillo de la Guardia Civil y, desde allí llamó a su marido. En un primer momento Manolo se asustó, pero al ver que María estaba indemne se relajó. Manolo colgó el auricular y una maravillosa estampa cruzaba por su mente: la veía encerrada en el calabozo un par de días... ésto si que serían buenas noticias... Tras unos segundos de maravilloso ensueño aterrizó de golpe ¿cuánto tiempo la aguantarían allí dentro?.


Aún no había salido del despacho, cuándo su móvil volvió a sonar con insistencia: era el agente que la había detenido qué deseaba saber si le quedaba mucho para recoger a su esposa y que no se preocupara que ellos mismos le enviarían un taxi.

jueves, 15 de mayo de 2008

El Chumbo


Entró en el portal, a esa hora vespertina ya no tenía cuerpo para nada. Se dirigió al buzón, allí se estableció una lucha a muerte con la portezuela, la publicidad casi reventaba el cajetín. Por fin logró sacar la montaña de folletos de colorines, hizo una gran pelota con ellos y subió a casa. Al entrar saludo, se quitó la chaqueta, el bolso y soltó las llaves, miró la pelota enorme de papel y la deshizo con cuidado por si algo le resultaba interesante. Entre aquel montón de papel encontró recibos y "una carta". Que extraño, pensó María. Se trataba de una invitación de la Asociación del Chumbo Ibérico, ACHI. Hacía ya varios años que Manolo junto a un grupo de amigos habían creado tan prestigiosa organización. María siempre había pensado que era un gasto inútil, aparte escapaba de su comprensión el que un grupo de señores se reunieran para darse un atracón de chumbos en homenaje al fruto, sin olvidar el estreñimiento que tendría su marido durante toda esa semana, ya que el chumbo es astringente. Todos los años al finalizar el mes de Junio las familias de los "chumberos" se reunían en el campo, en un sitio estratégicamente elegido con muchas Tunas. Los pequeños "chumbitos" eran iniciados en la penosa tarea de recolección del higo chumbo. Lo primero que tenían que aprender era el preparar un eficaz coge-chumbo, por que ya se sabe que las pencas de esta planta pinchan un huevo. El aparato en cuestión es de lo más sofisticado, se trata de una caña que se abre en canal y se divide en varias partes, se le mete una piedra, o cualquier otro objeto, en medio para mantener las partes bien separaditas, !listo!, ya tienen su coge-chumbo. Es entonces cuando van a la caza y captura del fruto. Normalmente se producen bastantes bajas entre los iniciados, por lo que es imprescindible llevar un botiquín con pinzas, alcohol y tiritas. Cuando los valientes cazadores, y alguna que otra cazadora, vuelven al centro de logística de la acampada, empiezan con la tarea de preparar el manjar. Ahora toca "barrer los chumbos" para eso utilizan hojas de matas o de periódicos, en definitiva se trata de quitarles los pelitos pinchantes que tienen, luego los bañan con aguita, los pelan y los colocan en una fuente con una base de hielo. Por último, la gran pitanza. A María todo esto como que le importa un bledo, además no le gustan nada los chumbos. A la hora de orinar, que María es muy meona, lo hace con muchísimo cuidado ya que debe hacerlo tras una chumbera y no será la primera vez que por tapar sus vergüenzas, salga con el culo lleno de asquerosas púas. Cuando llega el ocaso del día, todos los chumberos cantan "soi una chumbera, chumbera,,,,vamos a bailar. La caña hacia arriba, el chumbo hacia abajo,,,". Este momento mata literalmente a María, quisiera hacerse muy pequeña y desaparecer. Para mayor inri Manolo esta allí en medio moviendo la caña. Una de las señoras se menea compulsivamente y María piensa que si le cortaran la cabeza y las piernas, sería un gran chumbo viviente. Por fin llega la hora de volver a casa, Manolo se desabrocha el pantalón por que la barriga está aumentado de proporciones y empieza a endurecerse. María sonríe, mañana lo tendrá a agua de arroz y manzanas, no hay nada mejor que la venganza.

martes, 13 de mayo de 2008

El Escultor


Sonó el impertinente despertador, Manolo se incorporó de la cama para dar comienzo al ritual matinal. Se duchó para despegarse de los tentáculos del sueño, cogió la gomina y el peine. En el blanco esmalte del lavabo empezó la lluvia de cabellos, el se asustó cada vez la caída era mas torrencial. Este fenómeno había comenzado unos años atrás pero no le había dado importancia, el había oído a su mujer decir que en la época de la granada la mujer se queda pelada o que en la época de la berenjena la mujer pierde la melena. María en esas épocas dejaba atorada la ducha pero seguía luciendo melena. Su caso no se parecía, cuando la luz del baño caía en perpendicular sobre su cabeza, el veía brillar el cráneo que cada día iba ofreciendo unos destellos más luminosos. Realmente estaba preocupado, más aún empezaba a obsesionarse. Todas las mañanas dedicaba casi una hora en esculpir su peinado, cada pelo superviviente debía ser colocado milimetricamente en el lugar estratégico. Había hablado de este extraño caso con su mujer pero ella no parecía darle ninguna importancia, claro ella no tenía un cráneo refractante, lo único que sabía decirle una y otra vez era "Manolo lo que tu tienes no es nada raro, es simplemente alopecia". Aquella palabra, alopecia, le sonaba a enfermedad grave provocada seguramente por el continúo ritmo frenético que él le imponía a su cabeza, él pensaba demasiado y seguramente si dejara de hacerlo, cómo muchos de los que veía por televisión, tendría una melena que sería la envidia del vecindario. !Alopecia! María empezaba a cansarse de escuchar la perorata de su marido, hasta el momento había sido paciente, pero el asedio continuo a la que la sometía estaba agotándola. Esa mañana María se estaba orinando, llamó a la puerta del baño, nada. Dio un paseo por la casa con la intención de contenerse, nada , se orinaba. Volvió a la puerta del baño y llamó con más insistencia, el escultor soltó un improperio al verse atacado de aquella forma, María con la mano en su entrepierna realizaba el baile de San Vito. María notaba humedeserse su mano ya no aguantaba más y empezó a gritar, ! calvo sal de una maldita vez o te arrancaré el poco pelo que te queda!. Calvo, ¿había oído bien?, sintió de repente que se le aflojaban las piernas, se miró al espejo había hecho un buen trabajo pero cada día le resultaba más difícil realizar su obra por la perdida de algún que otro pelo. Salió compungido del baño, ella ni lo miró, pasó rauda por su lado y se sentó con lágrimas en los ojos en el retrete. Manolo arrastrando los pies terminó de vestirse para irse al trabajo. Al coger las llaves del coche se cayó el comic del niño, lo recogió y vio la portada de Mortadelo y Filemón, dos lagrimones como chirimoyas bajaban por su rostro.

lunes, 12 de mayo de 2008

Preparando el verano




Se acerca el verano, las temperaturas van subiendo ya no puedo hacerme más la remolona y tengo que enfrentarme al armario. Voy cambiando, poco a poco sin estresarme, los jerseis por las camisetas. Los pantalones de paño y pana pasan a mejor vida al fondo del armario y son sustituidos por vestidos y pantalones más fresquitos. Hasta aquí, más o menos bien; eso sí, habrá que probarse algunas cosas por si no entran. Hurgando en un cajón aparecen los bañadores, ejem, ejem,,,cojo el mejor y me voy al baño a probármelo. Oh! por arte de magia esto ha encogido por varios sitios, salgo pitando y elijo otro, me lo pruebo y este ha sufrido una especie de enanismo, se ve que no le sienta nada bien estar guardado en el cajón, y es que cada vez los hacen de peor calidad para obligarnos a la compra compulsiva de bañadores. Me voy a la cocina y me preparo un bocata, necesito pensar. Vuelvo al armario y busco los pañuelos gigantes, elijo uno, me lo lío alrededor del cuerpo y !voilá! parezco una enorme caja de regalos. La cosa por el momento va mejor, de todas formas tengo que pensar en medidas más draconianas, voy a mi nevera me sirvo un fariña y lo acompaño de unas aceitunitas. !Ya lo tengo! cojo el listín de teléfono y empiezo a llamar de forma compulsiva a los gimnasios. Me voy mosqueando un poco con la tarea, resulta que con la llegada del buen tiempo hay inmensas colas de espera, me apunto a varias de ellas dejando el recado de que me pongan como caso urgente. Para aliviar mis pesares me paso por la despensa y echo mano del paquete de galletitas de chocolate, de repente me encuentro más optimista ya que he comprobado que no sólo mis bañadores han encogido y que la culpa de todo la tienen los fabricantes. De todas formas para quedarme más tranquila decido llamar a mi amiga para preguntarle si ella ya se había probado sus bañadores. El caso de mi amiga aún es más preocupante, la parte del culete de sus bañadores ha desaparecido casi por completo. Decidimos que hay que quedar para discutir el asunto, así que en media hora estaremos en el bar de las cervecitas y montaditos, que tiene un parque de bolas para los niños y así podremos charlar sin interrupciones. Tras unas cuantas cervecitas y el desahogo de los niños; tengo que volver a casa que aún no he arreglado el armario. Además, se me ha hecho tarde y tengo que preparar la cena que con el digusto se me ha quitado el apetito y no he comido nada.


viernes, 9 de mayo de 2008

La Cena


Mi marido llegó de su paseo por el campo con un enorme ramo de espárragos, me los colocó en el vaso grande de la minipimer y aún así tuvo que rellenar dos vasos más. Llegó pletórico, todo un triunfo, en tan sólo cinco horas había logrado tan increíble hazaña. Lo miré cariñosamente y luego fije la vista en el enorme ramo que adornaba mi cocina, no eran orquideas salvajes pero quedaba mono y la verdad era todo un detallazo ¿o no?. De repente me dice que cómo los voy a cocinar, disimulé mi estupor mirando aquellas ramitas verdes cabezonas cómo si las conociera de toda la vida, bah! no te preocupes. Salté sobre mi ordenador y rogué a san Google "receta fácil de espárragos", y salta el joio y me dice "Pastel de espárragos y trucha con muselina caliente de puerros", que sentido del humor tiene hoy el santo este, !he dicho fácil !. Le doy otra oportunidad y me dice "Voleute de Espárragos y Puerros" ya empieza a parecerme un tocapelotas de cuidado, !se acabó! que le den morcillas. Cogí el teléfono y llamé al Ser Supremo, mi madre, que esta si que no falla, y me dice que haga una tortilla. Que contenta me puse "tortilla" eso sí sé hacerlo y es que cómo una madre no hay nada. Colgué el aparato y me fuí hacia las ramas cabezonas, las cogí y cuándo las iba a echar en el bol sonó de nuevo el teléfono. Que si mamá que sé que hay que lavarlos, claro mujer sólo sirve la parte blandita de arriba, por supuesto mami ya tengo el aceite en el fuego con ajitos,,,,,vuelta a colgar. Miré a mi alrededor para asegurarme de que estaba sola y con un movimiento raudo saque el enorme ramo del bol, para seguidamente hacerle caso al Supremo y empezar con sus instrucciones. El descuartizar a los cabezones fué tarea fácil, sin remordimientos y cuándo los eché en la sartén se veían brillantes aunque evidentemente, la cosa había menguado. Otra vez el teléfono, niña echale un poco de agua y los tapas, no los dejes mucho tiempo, sólo que estén blanditos,,,que si mujer, no seas pesada que yo esto sé hacerlo. Cuelgo y abro corriendo el grifo del agua, !listo!. Ahora sólo esperar,,,,,que sorpresa se van a llevar en casa cuándo vean que soy toda un Argiñano y que el ramo cabezón se ha convertido en un suculento plato de espárragos naturales. Me acerqué a la sartén con una amplia sonrisa de satisfacción, la destapé y ,,,!mierda!,,,ha desaparecido más de medio ramo, aquello está escuchumizado, una birria de espárragos. Tapé la sarten y la desalojé del fuego, quizás dejando aquello reposar volvería a coger forma. No dio resultado, la birria aquella era todo lo que me quedaba del gran ramo. ¿Qué le decía ahora yo a mi marido? he aniquilado, descuartizado, ahogado y rehogado a los cabezones y por último los he hecho desaparecer, no mejor buscaba una solución más benévola cogí los huevos y terminé la tortilla. Perfecta. Cuándo mis victimas, llegaron a cenar, se comieron el esparragicidio aquel sin mucha efusión la verdad. Al terminar, mi marido me preguntó cómo había preparado el resto del ramo. Me lo quedé mirando, un brillo acerado cruzó por mi mirada, en mi boca una sátira sonrisa,,,,él no sabía lo que le esperaba.

jueves, 8 de mayo de 2008

Llanitolandia


!!!Que felices son los llanitos!!!! aunque últimamente estén preocupados por la devaluación de la libra esto no les termina de quitar el sueño. Cojonudo se lo han montado los señores, y hombre yo que me alegro: cobran más y trabajan menos, se pueden permitir el lujo de vivir en chalets de las mejores zonas residenciales de los alrededores (Sotogrande como ejemplo)cuándo no en supervillas de lujo, sus mierdicoches no tienen que pasar la ITV por lo que en nuestras carreteras sueltan todo el lastre que les da la gana y más. Nuestras playas son su vertedero particular, en cuyas orillas flotan sus mojones cuál nenúfares pestilentes. Hasta aquí un verdadero incordio pero llega el culmine de la desfachatez y su puerto es el chocho de la Bernarda para la entrada de submarinos nucleares, barcos monocascos tipo gruyer y cualquier otro aparatejo del que puedan sacar una suculenta tajada.


¿Qué hacen nuestros mayores? firmar acuerdos como el de utilización del mini-aeropuerto y colocarles allí el Instituto Cervantes, en definitiva, lloriquear y dejar con el culo al aire a miles de ciudadanos. ¿La solución pasará por hacernos todos llanitos y colocarles la verja más allá de despeñaperros? Meri abre la window pa que corra el aire,,,,,

miércoles, 7 de mayo de 2008

Mamá quiero ser artista,,,,,


Llevo noches sin dormir no es culpa de mis problemas, que cómo cualquier hijo de vecino los tengo, es por otra causa mucho más terrorífica. La hija de mi vecina canta, si bueno realmente yo no lo definiría como canto es más bien un ulular continuo acompañado de gemidos entrecortados. La cosa es que una vez oído ese esperpéntico sonido no hay manera de conciliar el sueño. No queda aquí la cosa, cada vez que me encuentro con la madre en el descansillo de la puerta me cuenta que su hija va a ser artista y que en breve saldrá en un programa de cazatalentos de no sé que cadena. Yo tan ricamente le doy la enhorabuena y monto en el ascensor congratulada con el mundo por que se van a llevar por fin a la pajarita esta. Pero una es cotilla por naturaleza y cuándo la madre me da el día del estreno yo voy y pico, además va a ser un viernes y si no duermo el sábado no madrugo. Me acomodo en mi silla con una socarrona sonrisa pensando en la actuación de la niña entre tanto talento, la onírica imagen hace que me relaje y al mismo tiempo me mantiene expectante. Sale el presentador, muy serio y comenta que miles de jóvenes se han presentado a los casting y que ha sido muy difícil seleccionar a los artistas que actuarán a continuación. !Ostras Pedrín! dos sorpresas que me llevo de golpe: el gran talento que hay suelto (y yo sin saberlo), y que la niña tiene que tener algo oculto que yo no había detectado, por que ella actúa, vamos que si actúa, que la madre ha colocado en el portal un cartel enorme con foto incluida. Salen todos a la pista, monísimos y monísimas, sonríen y empiezan los primeros planos en los que nos colocan el nombre de cada portento. Algunos miran a la cámara con cara amenazante, realmente acojonan, otros parece que están sufriendo una rara situación orgásmica, a mi también me acojonan, por que haber que leches tienen estos en la cabeza que miran al cámara como si estuviesen echando un kiki,,,,. En fin, empiezo a arrepentirme de mi decisión de ver el programita, pero mi vena marujil es muy fuerte y tiene que verlo. Craso error el mio, empieza el espectáculo y no estaba preparada para aquello, no puedo definir aquellos movimientos, aquellos gallos, aquellas caras,,,,intenté incorporarme del asiento, estaba engarrotada, mis sentidos empezaban a abandonarme, nadie me había avisado del siniestro espectáculo. En un sumo esfuerzo, me dirigí a la ventana con la intención de tomar un poco de aire que me devolviera algo de tranquilidad, pero nada, aquellas imágenes me perseguían. La niña desde luego tenía madera de ganadora visto lo visto, eso ya no lo ponía en duda. Cuando al fin terminó el aquelarre, anunciaron que la ganadora estaría un año de gira, los padres de los perdedores lloraban y se arañaban, mis vecinos enloquecidos saltaban con una sonrisa desencajada. En ese momento la luz se hizo en mi mente, ahora comprendía a mis vecinos, !un año de gira!, yo también era feliz.