martes, 13 de mayo de 2008

El Escultor


Sonó el impertinente despertador, Manolo se incorporó de la cama para dar comienzo al ritual matinal. Se duchó para despegarse de los tentáculos del sueño, cogió la gomina y el peine. En el blanco esmalte del lavabo empezó la lluvia de cabellos, el se asustó cada vez la caída era mas torrencial. Este fenómeno había comenzado unos años atrás pero no le había dado importancia, el había oído a su mujer decir que en la época de la granada la mujer se queda pelada o que en la época de la berenjena la mujer pierde la melena. María en esas épocas dejaba atorada la ducha pero seguía luciendo melena. Su caso no se parecía, cuando la luz del baño caía en perpendicular sobre su cabeza, el veía brillar el cráneo que cada día iba ofreciendo unos destellos más luminosos. Realmente estaba preocupado, más aún empezaba a obsesionarse. Todas las mañanas dedicaba casi una hora en esculpir su peinado, cada pelo superviviente debía ser colocado milimetricamente en el lugar estratégico. Había hablado de este extraño caso con su mujer pero ella no parecía darle ninguna importancia, claro ella no tenía un cráneo refractante, lo único que sabía decirle una y otra vez era "Manolo lo que tu tienes no es nada raro, es simplemente alopecia". Aquella palabra, alopecia, le sonaba a enfermedad grave provocada seguramente por el continúo ritmo frenético que él le imponía a su cabeza, él pensaba demasiado y seguramente si dejara de hacerlo, cómo muchos de los que veía por televisión, tendría una melena que sería la envidia del vecindario. !Alopecia! María empezaba a cansarse de escuchar la perorata de su marido, hasta el momento había sido paciente, pero el asedio continuo a la que la sometía estaba agotándola. Esa mañana María se estaba orinando, llamó a la puerta del baño, nada. Dio un paseo por la casa con la intención de contenerse, nada , se orinaba. Volvió a la puerta del baño y llamó con más insistencia, el escultor soltó un improperio al verse atacado de aquella forma, María con la mano en su entrepierna realizaba el baile de San Vito. María notaba humedeserse su mano ya no aguantaba más y empezó a gritar, ! calvo sal de una maldita vez o te arrancaré el poco pelo que te queda!. Calvo, ¿había oído bien?, sintió de repente que se le aflojaban las piernas, se miró al espejo había hecho un buen trabajo pero cada día le resultaba más difícil realizar su obra por la perdida de algún que otro pelo. Salió compungido del baño, ella ni lo miró, pasó rauda por su lado y se sentó con lágrimas en los ojos en el retrete. Manolo arrastrando los pies terminó de vestirse para irse al trabajo. Al coger las llaves del coche se cayó el comic del niño, lo recogió y vio la portada de Mortadelo y Filemón, dos lagrimones como chirimoyas bajaban por su rostro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es bastante traumático para algunos hombres quedarse calvo, pero no tiene perdon que se dejen crecer el pelo del lado muy largo para taparse la calva ESO NO!! NUNCA POR DIOS!!

Besos
Mons.

Anónimo dijo...

y no te digo nada cuando la calvicie es "coronilla", es totalmente castrante sentirse como un benedictino no favorece su autoestima, jajajajajjaja, pobres