martes, 3 de junio de 2008

Acicalándose






La tarde iba al galope, parecía que los minutos tenían prisa. Esa noche tenían fiesta, dejarían a los niños con la abuela. Para no ser muy pesados, decidieron que los llevarían a última hora justo antes de partir ellos a su jarana.


María le pidió a su marido que se fuese preparando. El tardaba un siglo en arreglarse y ella no pensaba salir de casa sin peinarse y maquillarse. Mientras que su marido se aseaba ella fue colocando los trajes en la cama. Ella se había decidido por un vestido morado con adornos arabescos, que le encantaba. Esa mañana lo había planchado y había rebuscado los complementos y abalorios que luciría. Preguntó a Manolo que se quería poner y él contestó que lo tenía todo listo y que no se preocupara. ¿Ella no aprendería nunca?. Al ver la ropa de Manolo empezó a ponersele gorda la vena del cuello, mala señal. La camisa parecía que había estado guardada echa un ovillo debajo de algo muy pesado y el pantalón lucía topos de colores inimaginables. No quería empezar de mala uva la noche, se armó de paciencia y se puso a arreglar el desaguisado. Limpió con un trapo húmedo las manchas del pantalón y planchó lo que en su día fuera una camisa. Más de media hora le llevó adecentar aquello.


Sólo faltaba una hora para el inicio del evento y Manolo seguía en la ducha. Tengo que lavarme el pelo y pintarme, luego no me vengas con las prisas. Nada. El enjabonado la miraba tras la mampara de la ducha con cara de felicidad. Cuándo por fin salió de allí, estaba más arrugado si cabe que su puñetera camisa. María se duchó lo más rápido que pudo, ya le había fastidiado el lavado de pelo tan espectacular que pensaba darse pero aún le quedaba el peinado y el maquillaje.


Cogió el secador de pelo para arreglar su larga melena, estaba nerviosa ya que sólo contaba con media hora que incluía además el llevar a los niños a casa de la abuela. Decidió dejar húmedo el cabello, colocarse el vestido y los abalorios para poder maquillarse. Mientras se echaba espuma en el pelo, entró Manolo al baño para terminar de acicalarse. La vena del cuello de María iba cogiendo dimensiones considerables. Abrió el maletín y empezó a pintarse, cuándo ya estaba casi lista su marido tuvo un accidente con el tarro de gomina. Un inmenso lamparón en su vestido, y un pegotón en la cara fueron el resultado del incidente. !Mira lo que has hecho!. El la miró con ojos de borrego, orejas gachas y labios apretados. Ella pasó casi por encima de él, cogió el trapo húmedo y restregó con fuerzas el vestido, luego se limpió la cara estropeando su maquillaje, intentó quitarse el pegote del pelo pero se había puesto algo tieso. Como pudo arregló su pelo, recogiendolo torpemente con unas pinzas y se retocó por encima del maquillaje para disimular el desastre. La vena de su cuello ya tenía vida propia y estaba descontrolada.



Llegaron puntualmente a la fiesta, eso sí. Saludaron al resto de invitados, todos luciendo gala, que no palmito. Una de las señoras se acercó a ellos y alabó la pulcritud y el estilo con el que había aparecido Manolo en la fiesta, realmente impecable. Echó una socarrona mirada a María, lucía un cerco considerable en el vestido y un mechón de pelo que sobresalía con un trazo disparatado de su cabeza. Desapareció el cuello de María, absorbido totalmente por la vena. Miró a la señora y le preguntó si tenía en orden la póliza de decesos. La señora se marchó indignada hacia otro grupo de invitados. Manolo miró a su mujer, no llegaba a comprender cómo habiendo tardado tanto en arreglarse tenía aquel mal aspecto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

lo enveneno, o espero a que se duerma...¡pero lo matoooooooo! lo juro que lo mato

Rox dijo...

Ah! a eso se refieren mis amigas cuando me dicen ese "TU NO SABES LO BIEN QUE ESTÁS ASÍ"... Hum.. si... vivo de vicio, si... bendito amor.