martes, 10 de junio de 2008

Uno más, María




Otro mes que se esfumaba del calendario. Recordaba con nostalgia cómo duraban los años en su infancia e incluso en la adolescencia, eran largos y casi interminables. Desde que llegó a los treinta la cosa cambió de forma radical, o los días habían encogido o algunos meses habían desaparecido por arte de magia. No había terminado de festejar la llegada de un año cuando de repente le caía otro. Como decía su marido no se estaba tan mal contando primaveras, claro que ya ellos en vez de primaveras casi que contaban otoños.

Hubo unos años en los que recordaba haber cumplido treinta y tres años, al menos un par de veces y lo mismo ocurrió con los treinta y cuatro. Sinceramente, el único que se tragaba aquello era su marido ya que el resto de amistades cuchicheaban al ver las velitas de la tarta. Manolo seguía cumpliendo años a velocidad constante por lo que de seguir así llegaría un momento en el que la diferencia de edad se notaría. ¿Cómo hacerle comprender que a partir de los cuarenta debían cumplir años sólo en bisiesto?. Qué simple y resignada es la naturaleza del varón.

Había pensado no celebrar su cumpleaños, Manolo desde luego no lo notaría. A su marido o se lo recordaba dos días antes o no había tu tía. Pero estaba la familia, a su madre desde luego no se le olvidaba, y también estaban los amigos, sobretodo aquellas arpías que la acompañaban desde la infancia y cuyo objetivo era recordarle con sonrisa maliciosa que llevaban al día la cuenta. En fin haría de tripas corazón y prepararía un pastel, por si se presentaban a festejar el dichoso día.


El pastel de ese año no sería apto para estómagos pequeños, se iban a enterar, ella cumpliría años pero ellos saldrían de allí con hermosas lorzas colgantes. Después de preparar la empalagosa bomba, llegaba el momento de las velas. Llamó a Manolo y le hizo el encargo. No, ya te he dicho que poner numeritos no me gusta, piensa en algo más fino y con más clase. Vaya marrón que me ha caído pensaba Manolo, además aún no le había comprado nada ni siquiera se había acordado.


En el trabajo empezó a darle vueltas al asunto del regalito. Pensó que lo mejor siempre es ponerse en el lugar del que cumple años para ver que resultaba más apropiado. Un taladro pequeño de esos que vienen en esas cajitas metálicas tan chulas estaría bien, !pero eso ya se lo regaló en navidades! y además seguro que no acertó con el color por que su mujer estuvo una semana sin hablarle. Mejor preguntar a la secretaria. ¿Unos pendientes de oro? vaya materialista y poco gusto que tenía esa mujer. A la salida del trabajo fue a una tienda cerca de casa y empezó a mirar pendientes. Que precio tan alto tenían aquellas cosas, en fin tras mucho buscar decidió cambiar de tienda. Compró dos pequeños brillantitos de color verde engarzados con un tornillo de plata. La cosa al final había salido bien, por cinco euros tenía el regalo perfecto. Ahora quedaba la vela. ¿ Cuántos años cumplía? . Creía recordar que el año anterior había cumplido treinta y ocho ¿o eso fue hace dos años?, cada vez tenía peor memoria.


Sus peores presentimientos se hicieron realidad, el teléfono empezó a sonar. Una amiga, otra y otra, el grupo de arpías se autoinvitaban para festejar el evento. Preparó café, saco bebidas y el pastel asesino, todo listo para que llegaran los invitados. Una vez todos reunidos en el salón empezaron los estúpidos comentarios, todo eran rodeos y laberínticas ocurrencias para llegar al tic del asunto ¿cuántos cumples?. Cuarenta oía una y otra vez en su cabeza, pero de eso ni mijita. Cumpliría treinta y nueve, ya que los treinta y ocho los cumplió el año pasado y el anterior. Ella sabía que su madre, como sabia mujer y por la parte que le tocaba no desmentiría aquello. Tener una hija de esa edad tampoco la favorecia. Su padre como caballero que se viste por los pies, era incapaz de recordar ese tipo de minucias. !Manolo! normalmente no hacia ese tipo de preguntas, pero ese hombre era impredecible y sin querer era capaz de estropearle el día. Llegó el momento de la tarta y Manolo trajo la vela. No era un cirio, pero se le parecía. Era una vela gorda y larga que además sonaba con un agudo tíntineo que entonaba el cumpleaño feliz. Todos se rieron de lo lindo al ver aquella cosa en la tarta, bueno todos menos María. Le preguntó a su marido que dónde había comprado aquello y el le dijo que en el chino de al lado de casa y que le habían asegurado que era el no va más. Al ver que a su mujer no le había gustado mucho la vela sacó el regalo. Todas la miraban con envidia, ella blandía el pequeño estuche de joyería en su mano. !Ja! la envidia las corroe pensaba mientras abría con gran protocolo la minúscula caja. Cuando abrió la tapa allí estaban aquellos pequeñitos brillantes verdes que el chino vendía a porrillos en el mostrador de la tienda. Manolo vio aquel brillo en los ojos de su mujer, esta vez apostaría a que había acertado.


La fiesta por fin llegaba a su ocaso, María no veía el momento de que desaparecieran sus amigas. Fue entonces cuando su marido llegó con los pasaportes. No sabía bien por qué había estado rebuscando en un cajón y los había visto. No tenía ganas de aguantar a las pesadas de las amigas de María, así que empezó a ojearlos a ver si recordaba los sellos que tenían. Llegó corriendo al salón gritando !María! que te has equivocado que no cumples treinta y nueve, que te has comido uno. María quería que se la tragara la tierra, sus amigas abrieron los ojos expectantes y unas enormes sonrisas asomaban bajo sus narices. La madre de María, estuvo rápida como la mejor subalterna del mundo se lanzó sobre su yerno y le arrebató el pasaporte. Cómo te gusta fastidiar a mi hija, que graciosillo eres, mira que tienes la sangre gorda, anda tira para dentro y dejate de bromas. Manolo no entendía nada, obedeció a su suegra y salió del salón. Miro sobre su hombro hacia el pasillo, la madre le seguía de cerca sin quitarle de la nuca aquella terrible mirada.






4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tres inmensos errores:
1.- Seguir cumpliendo despues de los 25.

2.- Celebrar el cumpleaños.

3.- Esperar que te regalen algo que te guste.

:-P

;**

Anónimo dijo...

pues querida Lady para mi lo mejor es celebrar el cumpleaños, cumplir 112 en perfectas facultades mentales y la verdad a mi me encanta siempre lo que me regalan....eso sí mi queridiño me hace lo de manolo y lo mato.

Rox dijo...

Decidido! Este año he cumplido 29!

Anónimo dijo...

Yo pienso seguir el ejemplo de mi madre, dejar de cumplir a los 37!

La bisho