Una vez en casa llega uno de los momentos críticos: María debe decidir dónde colocar aquello. Manolo alza el tablero y empieza a colocarlo en distintos puntos de la pared. Su mujer en la puerta de la habitación va dándole las órdenes pertinentes. Más abajo... súbelo un poco de la derecha... más a la izquierda... A él ya empieza a temblarle los brazos y le entran unas enormes ganas de lanzarle el tablero, de manera que quedara aplastada como un mosquito. Hace un sublime esfuerzo por no tirarle a su mujer el tablero, porque si falla y desconcha la pared, igual se cabrea.
Es coger el taladro y queda demostrado que su mujer desaparece. Antes de perforar la pared, medirá por espacio de más de una hora. Tras unos complicadísimos cálculos matemáticos tendrá posicionados los cuatro puntos dónde hará los agujeros. Con el taladro tendrá que tener cuidado, las paredes tienen una capa de una pasta muy delicada ya que en su día decidieron quitar el gotelé para tener unas paredes suaves y lisitas como el culito de un bebe.
Una vez listos los boquetes, hay que colocar los espiches. Cuando está espichando se da cuenta de el porqué la gente utiliza la palabra espichar cuando uno la palma. Se trata de meter el trozo de plástico en un boquete, en definitiva, lo mismo que le pasa a uno cuándo está fiambre. Se quita estos negros pensamientos de la cabeza pensando que el muerto al hoyo y el vivo al bollo, así que sigue espichando. A todo esto, su mujer lleva ya unos cuántos paseitos por la habitación sin dirigirle la palabra. Pasa como si aquello no estuviera sucediendo aunque él sabe que de soslayo le esta haciendo un riguroso examen y que si no le ha dado un grito es que está aprobando. Si encima no habla se trata de un aprobado con nota. Se relame pensando en la gratificación que recibirá esa noche. Desde luego es un genio.
Cuándo la obra esta avanzada ella se planta en medio de la habitación para darle ánimos. ¡Que mal te está quedando!. El tiene ganas de darle el martillo para que ella la ponga como le de la gana, pero María con un martillo en la mano podría ser muy dañina para su salud, así que la mira, le suelta dos o tres improperios y continua enfrascado en su tarea.
Tras cuatro horas de sufrimiento la estantería queda lista. María da su aprobación con un leve asentimiento de cabeza, ahora llega el momento de comprobar la calidad del nuevo estante. Coge una pila de libros y empieza a colocarlos. Su marido aguanta la respiración cada vez que coloca un nuevo tomo, el derrumbe del estante sería declarado catástrofe total y no quería ni pensar en las indemnizaciones. Todo correcto, ha fabricado la catedral de las estanterías. Su pecho se hincha de orgullo y empieza a pavonearse alrededor de su mujer cual palomo en celo. Ella le lanza una sonrisa y se quita de en medio volviendo a sus quehaceres.
6 comentarios:
Pues mi manolo es de los que hacen hasta planos, y lo meditan tan a fondo que creo que llega a valorar la posibilidad de un terremoto..así que cuando ya ha medido y remedido y se acerca con el taladro...la estantería está puesta (por mí claro, que paso de planos)
estás de vacances, bruja?
Oye, que te me estás pasando yaaaaaaaaaaaaaaaa
Espero que vuelvas con la libreta llena de anécdotas de María y Manolo, eh! porque esto pasa ya de castaño oscuro
LA bisho
POr cierto guapa, que sepas que en el día de las bitácoras, tu estás entre mis 5 favoritas, no me dejes mal y ponte ya al teclado.
Bicos
Oyessssss que estoy hasta los mismisimos de entrar todos los dias y encontrar la estanteria de Manolo... haz favor de ponerte manos a la obra .... ya esta bien de vacaciones :PP
;))****
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