miércoles, 2 de julio de 2008

La Leona





Recordaba que su madre siempre le decía que a la calle se iba con las mejores bragas (y por supuesto límpias), que si le pasaba algo no era plan de ir hecha un adefesio. !Qué razón tenía!. Siempre hay que estar preparada. Claro que con tantas cosas que hacer al cabo del día casi no le queda tiempo a una para dedicarse. Hoy tocaba playa y ella sin depilar.¿Quién le decía a los niños que no irian a la playa por que mami estaba un poco peluda? Decir eso era lo mismo que poner una fotografía tipo poster en el ascensor. Claro que los niños, en su bendita inocencia, no entienden de pudores. A veces, da que pensar el tema ¿realmente cuentan las intimidades de casa de forma tan inocente?.


En fin, había que resignarse, buscar un lugar apartadito y poco concurrido. Arregló a los chiquillos y se colocó el biquini, una monada pensaba mientras se miraba al espejo. Si, una verdadera simia. Tampoco es que tuviese un vello como para ir barriendo el suelo. No era eso, pero aunque fueran pocos la obsesionaban sobremanera. Bastante caótico era enseñar las carnes a principio de temporada cómo para encima no estar perfecta. Esos días de inicio al verano eran mortales, la piel había perdido el color y por tanto la carne resaltaba con lustre cegador. Ya era inutil maldecir las cervecitas frescas y las tapitas... No había marcha atrás. ¿Por qué le gustaba tanto una birra?.

Llegarón a la playa, los niños corrieron a jugar con los amiguitos, ella sonrió amablemente a las mamis. Soltó el bolso y empezó con el suplicio. Mientras se bajaba el pantalón del chandal calibraba las opciones: Una, tumbarse como si nada en la toalla; dos, tumbarse debajo de la toalla y tres, tirarse de cabeza en la arena y rebozarse cual croqueta. Esta última, desde luego, era la más aceptable. Dicho y hecho, se quitó la ropa y empezó a revolcarse por la arena. Disimuladamente, claro...jajajaja.... una rodadita a la derecha...no me digas.... rebozo hacia la izquierda. Alguna de las mamis la miraban con cara de sorpresa, ella se hizo la sueca y al cabo de cinco minutos era una más del grupo.


Cuándo finalizaron de dar un severo repaso a todo bicho viviente que osaba pasear por la playa sacaron el tema del final de curso de los niños. Primero abordaron el asunto de la fiesta, lo preciosos que iban a ir los pequeños con sus disfraces. Ellas habían elaborado trajes que eclipsarían al más selecto público de la pasarela cibeles. María decidió asentir y sonreir, ella desde luego había comprado el traje de la pequeña, la aguja y el dedal pertenecían al mundo de la dimensión desconocida y tenía traumáticos recuerdos de algún remoto intento. Uno de los inventos más revolucionarios de este siglo había sido, desde luego, el pegamento textil para coger los bajos de los pantalones. Le vino a la mente su marido con el bajo cogido con grapas... Apartó rapidamente aquel recuerdo que le traía a la mente a un Manolo encendendido y algo mosqueado tras haber sido objeto de escarnio en el trabajo. Luego empezaron con las notas. En ese momento María decidió sacudirse lo que buenamente pudo, se vistió y recogio apresuradamente. Los niños desfilaron raudos al grito de retirada hacia el coche.


De vuelta a casa iba sumergida en su mundo, un mundo lleno de Einsteins pequeñajos con gafas de culo de botellas que la asediaban continuamente. Sus hijos no eran perfectos pero jamás toleraría un murmullo sobre ellos. La pequeña, dulce y cariñosa, iba siempre a su ritmo, lo que ocurría que era un ritmo lento, bueno, muy lento. La maestra siempre le decía que era muy buena pero demasiado tranquila, vamos que, traduciendo, a la niña le pesaba el papo. Eso sí, era bastante inteligente para su edad por lo que destacaba en clase sin tener que hacer mucho esfuerzo. Qué sabia compensación de la naturaleza. Los niños, unos noblotes, habían convertido los boletines de notas en el huerto del tío Perico, en el que abundaban los calabacines y calabazas.


Esa noche tuvo un extraño sueño: ella era una leona acorralada por enormes hienas y sus pequeñas crias engafadas. Lo único que recordaba con lucidez era un extraño placer y el liquido tibio y rojo que le corría por la boca, a su alrededor no quedaba nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Saaangreeeeeeeeeee!!!! :P
Cada día me gusta más lo que escribes, toto! ;)*

Anónimo dijo...

ñam ñam jijijijijijijiji

besos guapa, que bien escribes!!!!

Mons